Rafael Núñez Grassals: medio siglo de un ejercicio periodístico ético
–¿Cómo anda la salud, Profesor?
–Más o menos, ahí, recuperándome, con lentitud, pero con firmeza.
–¿Grassals es su apellido o es un invento?
–No. No. Es mi apellido. Don Juan Bosch me decía: eso es Catalán, que los veía (a los Grassals) por el norte de España. Pero mi abuelo, que era medio cocolo, decía que hubo migrantes de apellido Grassals en las islas.
–¿Tiene un hermano periodista?
–Un primo. Toñito (Antonio), que está en el Hoy. No tengo hermanos.
–¿Cuánto años lleva de ejercicio periodístico?
–Este ha sido mi trabajo de toda la vida. Más o menos 50 años. Yo comencé siendo muchachito. Comencé en El Caribe, realmente en los años 60, en el 1963, por ahí…
–Entonces, ¿usted piensa que este país no va a cambiar, que cuando usted empezó el periodismo, hace medio siglo, las cosas estaban “peor” y ahora siguen igual?
–Ja,ja,ja… Va a cambiar: Un día va a explotar. Lo que tienen los periodistas es que cumplir con su parte.
Núñez Grassals mantiene el humor intacto. El mismo humor, un tanto ácido, que tenía en las aulas de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). Recuerdo que hace más de 15 años, quizá 17, el maestro, que fuera del aula fumaba cigarrillos sin parar, revisaba con minuciosidad la forma en que sus alumnos redactábamos las noticias. Se empeñaba en que los futuros periodistas observaran la realidad desde una perspectiva “holística”, como él decía. Quería que viéramos la complejidad de los hechos en conjunto y que buscáramos el “dato concreto” en todo momento. El curso era de redacción, pero aprovechaba el más mínimo espacio para pregonar la ética como condición inevitable para ejercer el oficio del periodismo. Su discurso mantiene la misma coherencia. Ahora está en medio de la sala de su casa, en una zona céntrica de la capital, donde el ruido de la avenida 27 de Febrero llega cansado después de atravesar varias paredes.
–El maestro Restrepo (Javier Darío), que trabaja en la Fundación de García Márquez, tiene una reflexión que se llama Amasar la ética, porque él conoció a un periodista que, junto a su compañera, escribía en el día en su periódico, pero la noche la pasaban amasando harina, porque vendían pancitos por la mañana para no tener que doblegarse. Entonces, amasar la ética es eso. Restrepo lo dice maravillosamente bien.
Cualquiera pensaría que para “amasar la ética” habría que salir de los medios informativos y ejercer el oficio como Vianco Martínez. Desterrado de las redacciones hace varios años, Vianco no ha dejado ni un instante de registrar la realidad de la gente que se cruzan en su camino, convencido de que “cada ser humano es una historia ambulante que espera por un periodista que la cuente”. Con los apuntes de su libreta y el apoyo de las redes sociales conserva la capacidad de desencadenar una corriente de opinión capaz de obligar al Estado a construir una escuela en la vertiente sur de la cordillera Central. Pero Núñez Grassals advierte que “no hay que salirse” de los medios informativos.
–Lo que hay es que dar la batalla adentro. Punto. A mí me han botado de muchísimos periódicos y de donde no me han botado, me he botado yo mismo. Me voy un día y no vuelvo más. Yo las he pasado todas en esto. Todas estas canas me han salido en esto. ¿Entiendes? Ese es el problema. Y no se trata de desafiar a nadie, sino de hacer las cosas como uno tiene que hacerlas. “Por el librito”, como se dice. Y hay presiones económicas… presiones políticas… presiones de todo tipo… Hasta de los amigos, amigos que quieren que tú metas (publiques) una vaina por amistad. ¡Pero ven acá! ¿Qué es lo que tú dices aquí? Aquí no dice nada. No va. No va y punto. El amigo se va a poner guapo un día, pero si es amigo, vuelve. Es así, es así… Yo les recomiendo a ustedes leer el libro “El Zumbido del Moscardón” (de Javier Darío Restrepo).
Núñez Grassals mantiene el hábito de recomendar la lectura de un libro. De reflexionar sobre el oficio que lo atrapó por décadas en las salas de redacciones y las aulas universitarias. Observa que a los periodistas de hoy les faltan “muchas cosas”. “Es un periodismo débil. Débil. Y en algunos casos muy abanderado”.
Sin embargo aclara: “no es que yo crea en la apoliticidad, pura y simple. No, el asunto es que, cuando digo débil, me refiero a que hay poco análisis del dato. Y si viene un ministerio y emite un comunicado se pone el comunicado ahí (en el medio informativo). O se parafrasea lo que dice el comunicado ahí. Pero hay poca búsqueda del mismo periodista. Para que tengas una idea de lo que quiero decir. Hay algo que está en decadencia en la prensa actual, y no sólo en el país, en muchos otros países también. Para mí el funcionario clave de un periódico, cualquiera que sea, no importa el soporte, si es digital, si es de papel o televisivo, es el reportero. El reportero. Pero ése, precisamente, está en vía de extinción hoy y está siendo sustituido por el escribano de escritorio. Y escribano de escritorio, digo yo, es gente pegada a un teléfono o haciendo copy paste de la internet. Entonces, no es que no se utilicen los medios técnicos. Claro que sí, son útiles, pero bueno… se tiene que trabajar desde un punto de vista, desde una estrategia, desde un enfoque que exprima el dato y lo presente en su contexto, porque fuera de contexto él pierde significado. Y para que el dato brille y diga todo lo que puede decir tiene que estar contextualizado. Entonces, es muy sencillo llamar desde un despacho a un dirigente y preguntarle: ¿Qué opina usted de tal cosa? Y él va a decir lo que él opina y, se acabó. Lo otro es que en campaña política todos los candidatos dicen que van a resolver en la educación, que van a resolver en la producción agrícola, que van a resolver en lo que sea, ¿no? Pero los reporteros ya no preguntan: ¿cómo? Y cualquier cosa que diga el sujeto o el candidato de que se trate: Ah, de esta manera. Entonces, eso despeja múltiples preguntas: ¿En qué fundamenta usted esa solución? ¿Hay estudios al respecto? ¿Dónde se hicieron? ¿Quién los financió? ¿Quién dirigió el equipo de trabajo? ¿Dónde está el informe de eso? Deme el documento. Ese es el reporterismo: Deme el documento. Pasarse el documento, pero no una opinión y ya, eso se convierte nada más en propagandería y no en nada serio que uno pueda subrayar. Como decía un maestro, no recuerdo si era suramericano: ´El buen periodismo tiende a forzar la mano del lector, es decir, lo hace subrayar, lo hace recortar, guardar el documento´. Pero las opiniones hacen que los lectores vean un título y ya. No hay más nada que buscar.
También alberga preocupaciones sobre la falta de planificación. “Una cosa que pone a uno a pensar: Las escuelas de Periodismo dominicanas tienen una matrícula creciente. Otras carreras tienen un semestre que bajan la matrícula, pero las de comunicación suben, suben, suben. Y una pregunta que me hago es: ¿dónde van a meter a tantos periodistas? ¿Y no estarán creando, de antemano, payoleros, porque cuando se ven desesperados harían cualquier cosa hasta con diputaditos de esos? Cualquier cosa”.
–Profesor, ¿quiénes fueron los periodistas dominicanos que le impresionaron, por la forma en que escribían?
–Freddy Gatón Arce… Panky, Freddy Gatón era un maestro de la palabra. Era un juego de él escribir una línea. Y yo recomiendo leer su colección de editoriales. En la que hay uno mío. Que me lo pusieron ahí quizá por hacerme un reconocimiento, pero cuando tú eres director de un periódico los editoriales los escribes tú. Claro. Hay uno ahí que lo hago yo, medio poético, cuando murió Agustín Lara: ´Ha muerto el cantor, los poetas no mueren, en realidad se ausentan, para sobrevivir en sus versos´. Y a Freddy le encantó. Y Ornes (Germán Emilio). Ornes escribía impecable. Son muchos aquí, muchos. Aquí estamos tan descarriados que propuse a la UASD recopilar los escritos de Freddy Gatón Arce, y su obra poética, bajo el título “Editoriales para la democracia”, y no me hicieron caso. Después la Fundación Corripio hizo dos tomos.
Una joven simpática trae dos tazas llenas de maní y Núñez Grassals no vacila en tomar una. Se le ve pensativo mientras toma la cuchara y lleva los granos a la boca. Se nota su fuerza y el proceso de recuperación tras la repentina emboscada que hace unos meses le tendió la salud y lo llevó a la sala de cirugía y luego a la unidad de cuidados intensivos. Termina de masticar y sigue reflexionando:
–Antes en los periódicos eran muy exigentes con la escritura. Los correctores de estilo, por ejemplo, si yo decía que hubo ocho muertos en un accidente en la autopista Duarte, en el kilómetro 14, ellos los contaban. No podía haber ni uno más ni uno menos. ´Ven acá muchacho, tú dices ocho, pero aquí nada más hay seis´. Y dónde están los otros. Y si dices ocho, pero aparecen diez, esos dos los mataste tú. Había rigor con el dato…
El Profesor entiende que los informativos tienen muchas cosas que cambiar. “Si usted coge los noticiarios y las primeras páginas de los periódicos: ¿Quién habla? El ciudadano está ausente. Hablan los líderes, la gente de poder, de poder político. Hablan banqueros, hablan empresarios, hablan dirigentes religiosos, hablan políticos, hablan funcionarios, hablan legisladores. Hablan todos los días. De todo, hablan. Son especialistas en todo. Pero el pueblo está ausente”.
Recuerda que en una de las universidades en las que impartía docencia, envió a una estudiante un tanto estilizada a hacer una práctica en el mercado de Villa Consuelo: “Me dijo: ´no, profesor, ¿cómo va a ser?´ Y yo le dije: ´no, ése es el periodismo, esa es la gente. ¿usted quiere que la mande a dónde? ¿al Palacio? Usted tiene que ir a donde sea, a la loma, al puerto a ver el movimiento portuario, a donde sea… Y ése es el periodismo, donde está la gente, está el periodismo. El buen periodismo vibra con la gente, pero tiene que sudar con la gente también.
Decido retomar el tema de la ética. Una parte admirable del ejercicio profesional de Núñez Grassals, sin desmedro de la prosa, clara y precisa, con la que le vimos escribir artículos y editoriales en más de una redacción.
–Profesor, no quiero decir que lo derrotaron, pero viendo la forma en que muchos ejercen el periodismo parece que usted perdió la batalla por lograr un ejercicio ético. ¿Se siente derrotado, Profesor?
–No. Qué va. Nunca. Nunca… Los frutos de estas cosas son a muy largo plazo. Porque se trata de cambiar una rutina. De un modo de hacer las cosas y eso está metido en la piel de la gente: el modo de hacer las cosas.
El niño que fue Rafael nació en Andrés, Boca Chica, en el año 1942, en una época en que las instalaciones turísticas y portuarias no deslumbraban las inmediaciones de ese lugar reservado a un puñado de pescadores. Pero salió muy joven a la capital con la intención de convertirse en periodista.
–¿Hasta qué tiempo vivió en Andrés?
–Hasta el sexto curso de la primaria.
–¿Por qué no se hizo pescador si nació en un pueblo pesquero?
–Porque desde allá mismo me di cuenta que crearon la Escuela de Periodismo. Me inscribo en la Escuela de Periodismo, pero me tomé demasiado serio el asunto. Yo leía como un loco. Orlando Martínez también leía de todo. Éramos compañeros de curso… Había un noticiario en Rahintel, Radio Noticia, y pidieron dos estudiantes meritorios para trabajar de redactores y me nombraron junto con otro… Luego estuve en Radio Comercial y Radio Tricolor, donde inventamos un noticiarito a las ocho de la noche. Luego Freddy Gatón Arce me mandó a practicar a El Caribe. Yo tenía una imagen de El Caribe de un periódico riguroso y de que Ornes también era un hombre muy difícil de tratar. En ese tiempo, los correctores de estilo tenían un lapicito rojo aquí (señala detrás de la oreja).
–Ja,ja, ja. Cómo los carpinteros.
–Y era un mapa que le hacían a esos originales. Entonces, la primera nota que escribí. Don Manuel Valdez Pérez, que era un corrector, viene con su lapicito aquí (señala la parte trasera de la oreja derecha) y las dos cuartillas que yo escribí: “¿Usted es Grassals?”. Sí, don Manuel. ¿qué pasa? “No, no pasa nada. Esto está impecable; ¿dónde usted trabajaba?” No, no. Ahora me estoy iniciando. Pero él lo comentó más arriba, quizá con Radhamés, que era el Jefe de Redacción y al otro día a mí me nombraron. No tuve que practicar durante meses. Yo me lo tomé en serio. Recuerdo que Marcio Veloz Maggiolo, que era profesor de redacción y estilo, nos decía: “Hay que leer buenos autores, hay que copiarlos”. Y yo hacía copias, copias, a mano, a mano… Bueno, así fue la cosa. Semanas después me iban a botar, a botar con cara destemplada. Había una práctica que se ha perdido, el turno o la guardia, que correspondía cada noche a un periodista distinto. Eso le daba al redactor experiencia de editor porque si había que cambiar un título o modificar una primera página eras tú el de la responsabilidad y Ornes, al otro día por la mañana, te tragaba si tú metías la pata. Había noches en que no se hacía nada, y uno llevaba algo para leer. Una noche se me ocurre hacer un análisis, no recuerdo el tema. Le pregunté a Mckinney (Emilio), que era el mejor titulador que yo he conocido, ¿qué te parece? Y a él le gustó tanto que le puso un título y lo mandó: “página cinco”. Pero yo no le había puesto mi nombre porque no sabía si salía o no salía. Y salió publicado sin firma, algo que en El Caribe de antes era una falta grave, porque lo que tú interpretas u opinas tienes que firmarlo. Si sale sin firma, lo firma el periódico. Y Radhamés (Gómez Pepín) me salvó la campana. Radhamés le preguntó si había algún error, alguna difamación, una falta grave. Y Ornes dijo: “no, no; eso es lo malo que está muy bien”. Entonces, me dejaron, pero me iban a botar. Esa es una falta en un periódico que se respete porque si tú estás opinando anónimamente, le cae la cuaba al director y al periódico.
–¿Cuál fue la época más difícil de su ejercicio?
–Los doce años de Balaguer. Una vez, para que tú veas, los doce años de Balaguer… Era una dictadura real. Una vez cercaron la Universidad (la UASD) y todos los archivos estaban por el suelo, los habían tirado a patadas. Volvieron todo un tollo. Los mismos militares, para desmentir lo que habían hecho, invitaron al director de El Nacional, y Freddy, que era muy consecuente con sus reporteros, me designó a mí, y yo fui. Otra vez se armó un lío y sacaron al rector y lo tiraron como un saco de papa encima de una camioneta. A Jottyn Cury. Era terrible durante los doce años. Por ejemplo, nosotros estábamos hablando aquí, y cuando salíamos no sabíamos lo que venía atrás. Y venían dos en un motorcito… Estando yo en la barra Payán llegó el coronel Belliard Zaglul, que era muy simpático, no parecía que era policía. Pido mi jugo de zapote, que me gustan mucho, y llegaron dos policías en un motorcito. Yo acabo mi jugo y me despido de Belliard. Entonces Belliard me haló y me dijo: “ven siéntate”. Y duramos como una hora más hablando… de literatura. Y los tipos parece que se cansaron y se fueron en su motorcito. Entonces, Belliard me dijo: “esos son policías”. Y me dijo: “Mira muchachito ´e mierda, cuídate y no hables tanta vaina, coño. Esos que viste en ese motor son policías y no tienen buena intención”.
Lilian Santana, esposa de Núñez Grassals hace una señal de desaprobación al tono de algunas palabras. Pero el profesor la mira con complicidad y le explica que no se preocupe porque las palabras fuertes pueden ser editadas. Me río y le digo que se relaje, que echar un “coño” puede tener efectos terapéuticos. El profesor ríe de buena gana.
–Profesor, pero a nosotros nos juntaron todo, la democracia y la dictadura y nos quieren vender la idea de que Balaguer era bueno…
–Balaguer confundió a todo el mundo. Yo comencé a conocer por donde iba Balaguer como hombre malo, una vez en el liceo Juan Pablo Duarte que se llamaba presidente Trujillo. Congregaron en un patio a ´cuchumil´ estudiantes y Balaguer pronunció un discurso estremecedor en donde la imagen que salía de ese discurso era que Trujillo era equiparable a Dios, una cosa así. Entonces, cuando termina la actividad, voy saliendo con un amigo apellido Salinas, con quien cotorreaba bastante y nos juntábamos a cuchichar de los asuntos políticos en el patio de la Iglesia del Carmen de la Nouel, y le digo: ¿qué te pareció? Me dijo: “excelentemente perverso”. Porque nosotros éramos un grupito que tenía juicio, y yo le pregunté: ¿por qué? Y él me dijo: “mira Núñez, es un crimen que un hombre viejo le hable a jóvenes, a muchachitos imberbes, poniéndole la torta al revés”.
–¿Cómo recibió el premio de periodismo que le acaban de otorgar?
–Lo recibí con alegría, por supuesto. Tú me conoces, no soy figurero ni esa vaina. Entonces, hubo miembros del jurado que dudaron que yo lo aceptara…
–Uno se sorprende, porque sabemos y decimos que: “el Profesor es un rosca izquierda”.
–Ja, ja, ja. Pero son cosas bonitas, son cosas interesantes que estimulan también. Porque tú dices: bueno, un trabajo hecho sin pretensiones, sin grandes pretensiones, sino por el librito, como tú crees que las cosas deben ser. Así. Así y así… Entonces, tiene como una repercusión. Una cosa que valió para mí, y me llenó de orgullo profesional tanto como el mejor premio, fue que el director de la revista Amigo del Hogar, el padre Juanito, cuando yo mandaba todas las semanas un artículo para Amigo del Hogar, me dijo: “Profesor, me enteré de que sus artículos están siendo recortados por las comunidades de base y sometidos a discusión como si fueran textos didácticos”. Y me dijo: “Eso lo vi en parte de Santiago, en Ocoa” y en qué se yo qué parte. Eso es un premio, porque de eso se trata, de que la gente digiera lo que tú haces. Eso quiere decir que se entendía y se compartía. Eso es un premio para cualquier periodista. No tiene que ser un premio oficial porque lo que tú haces, tú aspiras a que se lea y se comparta…
–¿Los periodistas no sabemos lidiar con el poder? La mayoría está con el Gobierno o en la oposición.
–Se ha dividido, deliberadamente ha sido así. Los políticos lo han hecho deliberadamente. Tienen cada cual su bando. Entonces, la información…¿qué te digo? Ya no es información, es más propaganda que otra cosa. O echarle una vaina al otro. Pero esta es una profesión. El encanto en realidad de este oficio es, primero que tú conoces a muchas personas de todos los estratos y eso te da una vivencia muy rica para tratar a la gente. Eso es importante. Pero hay que ejercerlo con humildad. No creyéndose que usted es el cuarto poder: Usted no es poder de nada. Ja, ja, ja… Entonces, se hacen negocios de todos los niveles, de todos los calibres. Y la gente lo que ve es al pesetero que le dieron cien pesos. Eso es un disparate, los grandes negocios se hacen arriba, los grandes contratos se hacen arriba, las grandes componendas políticas y de cualquier orden. Tú entiendes, no es que vamos a justificar (al periodista que se corrompe o se parcializa). Es una cabeza débil porque para esto hay que tener carácter y capacidad de resistencia, porque te la ponen de todas maneras difícil. ¿Entiendes? Capacidad de resistencia.
–¿Si no, te vencen?
–Si no, te vencen. Es una derrota.
Aprovecho para insistir.
–¿Ver que las cosas no cambiaron durante tantos años de ejercicio del periodismo no lo derrota?
–No. No. Porque tú tienes que asumir el asunto estratégicamente, como algo a largo plazo. Tú no vas a cambiar un hábito profesional que tiene décadas, no lo va a cambiar con un reportaje. No. No. No es verdad. Fíjate, hay cosas que están como dentro del hacer cotidiano de la gente que son muy difíciles de cambiar. Por ejemplo, ¿qué te digo? Si tú acostumbras a comenzar todas tus notas con el personaje más prestigioso de tu historia, por ahí es que tú vas… que el Presidente del banco tal y tal cosa, que el Presidente la República tal y tal cosa, que el Jefe de la Policía tal y tal cosa… que el Cardenal tal cosa. Entonces, para ti la gente de la base no existe. O existe en forma pasiva de algo. Inauguran viviendas. Entregan viviendas. Entonces, esa persona está recibiendo la vivienda, pero no existe como un actor protagónico fuerte. Porque se quedan en la historia las peticiones fuertes que hicieron para que se hagan las viviendas, para remodelarlas. Y las protestas, marchas y piquetes que hicieron, así como los muertos que hubo en el camino. Ya eso no existe, porque se queda borrado de la historia. Entonces, es una historia incompleta. Es una visión incompleta que presenta como bueno y generoso al poder. No. No. Eso no es así. La vida es contradictoria. Es lucha, es un problema permanente.
(Entrevisté al profesor el lunes 9 de abril de 2011. Por falta de espacio, de la entrevista sólo se reprodujo una simple nota publicada por elCaribe al día siguiente).