Marceau

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Sí, sí. Cuando ya te resignas a que esa historia que no escribiste ya no vas a escribirla nunca porque la has olvidado. Y esa historia vino a mi cabeza el otro día cuando fui al Centro Cultural de España Santo Domingo y me encontré pegadas en la pared unas postales que traje de Haití en el 2007 y que se quedaron olvidadas en una gaveta cuando trabajé allí unos años después.

Estas postales eran especiales para mí porque venían pegadas a una historia que nunca escribí. Una historia que me contó un artesano haitiano en un mirador de Kenscoff y que en mi cabeza se llamaba Marceau. Ese artesano no pudo colarse en mi crónica de viaje, y cada tanto tiempo su nombre resonaba en mis oídos. “Marceau, Marceau”. He perdido tu historia Marceau.

Treinta años en ese mirador vendiendo postales de acuarela. Siete años para descubrir que el lugar que llamé Montilliers realmente se llamaba Boutilier y que mis oídos escucharon mal la traducción. También encontré unas declaraciones de un artesano en Boutiller. Como tú, tiene 30 años allí. Pero no se llamaba Marceau, sino Docels Pierre. ¿Habré escuchado mal tu nombre? ¿Habré entendido mal tu historia?

Marceau y un camino sinuoso poblado de flores amarillas que imitan a los girasoles. El frescor, la neblina. Las postales que ya no me pertenecen. La visión de Puerto Príncipe desde lo alto del mirador. Es todo lo que me queda de Boutilier.

(En Boutilier, Ouest, Haití)

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