En Semana Santa estuve en Haití. Una de las promesas del viaje era visitar Kenscoff. Me puse contenta. En ese momento me di cuenta de que hacía once años de mi primera visita. De mi encuentro con Marceau, el artesano de las postales. ¿Encontraría a Marceau? ¿Conocería su verdadero nombre, en lugar del nombre de creí escuchar, el falso recuerdo?
Fuimos subiendo las montañas al atardecer. El sol se ocultaba no tan lejos y era hermoso cómo se reflejaba sobre las paredes de las casas en las montañas. No intenté hacer ninguna foto. Poco antes había pasado por el consulado dominicano y un recuerdo triste me nubló el corazón. Los gritos de esa noche después del terremoto. Yo mirando las estrellas en la cama de la camioneta. La tierra estremeciéndose. Los gritos.
Llegamos hasta aquella galería de arte en Kenscoff y al quedarme sola en la terraza escuché otros sonidos que me tranquilizaron. Se veían las estrellas, tal como aquella noche, y también la luna. A lo lejos, un pájaro cantaba, tal vez nervioso por nuestra presencia. Y se escuchaban los grillos y era todo tan natural. Más tarde buscaría a Marceau y tendría alguna historia para contar. Una historia llena de hermosas casualidades.
En el lugar donde está el mirador las cosas habían cambiado. Pusieron un restaurante elegante. Hay un guardián y un puesto de artesanía, un único puesto, que no ofrece nada interesante. Les enseñé las postales de Marceau cuya foto guardaba en el celular. Pregunté si conocían quién las hacía. Les dije que tenía más de 30 años vendiendo en aquel lugar, que lo había conocido hacía 11 años. Que si lo viera ahora mismo podría reconocerlo. Pero nunca habían escuchado de él. Alguien del grupo me dijo: «Tal vez murió en el terremoto». Ni siquiera se me había ocurrido.
Me dediqué a ver la ciudad de Puerto Príncipe desde el mirador. De noche no era lo mismo. Algunas zonas iluminadas y algunas manchas oscuras aquí y allá. A lo lejos el vacío absoluto, la total oscuridad: la del mar que bordea la capital haitiana.
PD: El sonido del video fue tomado en la galería Monnin, en Kenscoff.