Infancia: un conejo gris. El conejo se escapa, se esconde debajo de la cama, rasguña a todo el mundo antes de llegar su destino final: la jaula. Al día siguiente el conejo muere. Mi madre me consuela. «Tal vez estaba enfermo», dice.
Preadolescencia, un cuento: un personaje vomitando conejitos. La historia me voló la cabeza y nació un amor. El mío por Julio Cortázar.
Adolescencia temprana, una novela: Aura, de Carlos Fuentes. Un conejo de ojos rojos. Una anciana sin dientes. Ya no me gustaron tanto los conejos.
Adolescencia tardía: Mi padre y su granja de conejos de corta duración. Un conejo en Navidad. Yo odiando la Navidad y también la carne de conejo, aunque con menos vehemencia.
Adultez:
1.-Maguana. De regalo: un conejo. Un conejo pelado que nunca llegó a casa.
2.-Nagua. Conejos en un patio a la orilla del río. Su dueño intenta salir de ellos, pero los conejos regresan de alguna u otra forma. «No los vendas», suplica la esposa. Desearía tener alguno de mascota. «Comen demasiado», contesta él. Ella se ríe. Sabe que de todas formas los conejos volverán. Yo también me río. Pienso en el conejo fugaz de mi infancia.
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-Saga, Saga, ¿dónde estás? Ici, Saga…
-¿Quién?
-Mi compañía.
-¿El conejo?
-Sí, volverá.
(Aura, Carlos Fuentes)
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(Video: Alice in the wonderland, 1915/Directed by W. W. Young)