Diría que estoy recordando a Hilma Contreras porque falleció un día como hoy en San Francisco de Macorís, su ciudad natal. Pero lo cierto es que sus cuentos se materializan a diario en las mujeres que conozco. Es difícil no reconocerse en su narrativa poblada de mujeres que esperan, mujeres que se incendian. Mujeres que se reintegran a sí mismas en el silencio, en la oscuridad.
Uno de mis fragmentos favoritos de Contreras presenta a una mujer que se reencuentra consigo cuando cae la noche. La noche es tal vez el único momento que tenemos para nosotras mismas.
«Estaba sumergida en su silencio como un baño de frescura sin límites. Un silencio viviente, de pensamiento fecundo, que se escucha a sí mismo cuando los demás se han marchado al fondo del primer sueño. Era la hora en que le gustaba descubrirse en su relación con el Universo, sin interferencias de ninguna clase. La hora en la que se reintegraba». (Cuento: La espera).
Este cuento la convierte en bandera del feminismo dominicano, de acuerdo a la poeta Jeannette Miller, por presentar a dos mujeres lesbianas, toda una hazaña para la época y también por ser Hilma una mujer de 74 años en ese momento (Fuente: La ventana al silencio. La narrativa de Hilma Contreras, Sheila Barrios Rosario).
Pero mucho antes que ese cuento, y también después, dio vida a personajes femeninos increíbles: poderosos y transgresores. Mujeres negras, de clase baja, que luchan con fiereza para sobrevivir a la pobreza, que se sobreponen a la violencia machista y hacen justicia por sus propias manos; que se adueñan de su sexualidad y salen en busca de su propio placer, mujeres que no pretenden ser buenas, o que son profundamente humanas, con sus matices y defectos, que lavan sus angustias con una ducha de agua fría o que no se deciden a amar porque no tienen fuerzas para enfrentarse a la sociedad o a la presión de clase.
“Hazme sobrevivir a través de TODAS. No quiero otra inmortalidad”, escribe Hilma Contreras en su diario íntimo a quien fuera su gran amor, Segundo Serrano Poncela. Pero lo cierto es que ella se ganó la inmortalidad a pulso propio, a través de sus personajes.