LOMA LOS MARRANITOS (RD).- Hace dos años tuve la oportunidad de trabajar en el diseño e implementación de un plan de incidencia para el sector cafetalero de República Dominicana, y en su ejecución conocí a muchos y muchas caficultores cuyas historias me dejaron asombrada.
Esa consultoría fue mágica porque abrió un mundo para mí: tantas cosas que aprender y tantas cosas que contar, desde las voces de estos campesinos, acerca del mundo cafetero.
Hace un año Amadeo Escarramán y yo iniciamos un proyecto que en principio no tenía nombre, pero sí un objetivo claro: venderíamos café, pero serían los propios productores los protagonistas de las historias que se desprenden de cada taza y cada paquete de café vendido tendría identificada las manos que amorosamente cuidaron del cafetal. Ese proyecto se materializó en Café Sibirú.

Hoy Amadeo estuvo en casa Rómulo Pichardo (Bate), uno de los productores, llevándole su propio café. La semana pasada, cuando fue a buscar los sacos, Bate le manifestó que soñaba con probar su café tostado de manera óptima, como se corresponde al producto al que tanta pasión le dedica.
Sé que 2020 ha sido un año muy soprendente para todos, pero si tuviera que rescatar algo de este año, sin duda rescataría el momento en el que Bate prueba su propio café. Ojalá este proyecto nos depare muchos momentos así.