Carmen Natalia

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Me he puesto a leer a Carmen Natalia, una poeta que tenía pendiente. ¿Será que estoy demasiado sensible en estos días o es que es imposible leerla sin conmoverse demasiado? Algunos de los textos me dejaron verdaderamente rota. Ni siquiera deseo hablar de eso ahora. Pero sí quiero rescatar varios poemas que dedica a su abuelo, con quien evidentemente tuvo una relación muy estrecha.

Dice Pedro Mir en el prólogo del libro «Altamente Confidencial» que la niñez de Carmen Natalia discurrió en los jardines que cultivaba ese abuelo junto al río Higüamo. Ese abuelo al que ella llama, en uno de sus poemas, «sembrador». En reconocimiento a esa vida ligada a la tierra, le escribe en otro poema: «Abuelo, préstame tus manos / y enséñame a abrir surcos en la tierra». El rescate de esta figura desde una voz que evidentemente está herida por la ausencia, a mí me pareció bello y un gesto generoso, agradecido. En otro texto que me gustó mucho, Carmen Natalia imagina a su abuelo transformándose en un árbol. La idea de mirar alrededor y sabernos acompañados por nuestros abuelos, a través de los árboles cuyas raíces nutrieron cuando volvieron a ser uno con la tierra, es una imagen poderosa y también reparadora.

Me quedo con esto por ahora, porque poemas como «Llanto sin término por el hijo nunca llegado» o «Un hombre tras las rejas», me dejaron hecha mierda y merecen su capítulo aparte.

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